martes, 30 de julio de 2013

Lo que hay detrás de los “centros para mujeres embarazadas en crisis”

Hace unos días la página de Facebook Yo apoyo la ley de despenalización del aborto en la Argentina puso en su muro una nota de Jaclyn Munson, escritora, investigadora y activista por los derechos de la mujer, sobre una de las tácticas que el movimiento antiabortista en Estados Unidos utiliza en su guerra contra las mujeres. La nota se titula I Went to a Crisis Pregnancy Center and What I Saw Will Shock You y trata de la experiencia personal de Munson en un “centro para mujeres embarazadas en crisis”, nombre que reciben los establecimientos, generalmente fachadas de grupos religiosos, donde terminan por falta de mejor lugar muchas mujeres jóvenes y preocupadas o desesperadas por un embarazo no planeado. La gente de Yo apoyo… pedía una traducción al castellano y yo se la ofrecí. La comparto aquí para ustedes.

Fui a un centro de embarazo en crisis y lo que vi te impresionará

Cuando era chica quería ser Alicia, de Alicia en el País de las Maravillas, y escapar a otro mundo, caer por el agujero del conejo hacia una tierra de fantasía donde podría combatir a la Reina de Corazones para devolverle la dignidad al País de las Maravillas. Era demasiado joven para entender que la historia de Lewis Carroll tenía un subtexto más oscuro y que el País de las Maravillas no era lo que parecía. Años más tarde, mantengo la curiosidad de Alicia acerca del mundo que me rodea, y decidí investigar un centro para embarazadas en crisis (CEC) que está actualmente en el foco de una investigación del FBI. Lo que encontré fue más perturbador de lo que imaginaba.

El CEC que visité se llama EMC FrontLine, opera en la actualidad en 12 puntos de la ciudad de New York y se enorgullece de estar “en el frente de la batalla por la vida en la capital estadounidense del aborto”. Su presidente Chris Slattery y sus clínicas, acusados de brindar información médicamente falsa a sus clientes sobre el aborto y la anticoncepción, están hoy en el fodo de una investigación del Grupo de Tareas Conjunto para el Terrorismo Local del FBI.

Decidí concertar una cita en la clínica que Frontline tiene en el South Bronx para conocer algo más sobre su forma de operar. Entré a la clínica, que es vecina a un salón de tatuajes (desagradable), y fui guiada por dos mujeres (que nunca se presentaron por su nombre) hasta una habitación pequeña con un televisor, un reproductor de DVD, pinturas del Arca de Noé y dos cajas gigantes de muñecos de fetos. Fetos grandes, fetos chicos, ¡algo para todos!

Una mujer se sentó y comenzó a preguntarme información personal: nombre, edad, domicilio, si estaba bautizada, con quién vivía, si tenía novio, mi estado civil; lo habitual.

“¿Cómo se llama él?”, preguntó. Después de pedirle que aclarara a quién se refería exactamente, dijo: “El hombre con quien tuviste relaciones.” Le dije que no quería decirle y ella insistió.

“Tenés que decirme. Necesito esa información por si quiero seguir tu caso”, me rogó. Le di un nombre falso y seguimos adelante. Comenzó a hacerme más preguntas personales sobre el padre ficticio del bebé: qué quiere él que haga con el bebé, por cuánto tiempo lo he conocido, cómo es nuestra relación. Cuando le dije que él quería que abortara, su respuesta fue la que esperaba: franca y alineada con la postura pro-vida de la clínica.

“Oh, no, eso no es bueno”, dijo, sacudiendo la cabeza y con los ojos muy abiertos.

Me guiaron a un baño sucio decorado con más imágenes de mujeres y niños, donde me indicaron que tenía que darles una muestra de orina. Así que ahí estaba, meando en un vasito, sabiendo que no estaba embarazada, tomando notas mientras me sentaba en el inodoro y sintiendo asco ante la idea de que mi cartera estaba apoyada en un piso que se veía como si nunca le hubieran pasado un trapo.

Salí del baño luego de dejar el vasito en un estante y comencé a ir hacia la habitación donde había estado antes. La misma mujer que me había pedido la información personal me llamó y me señaló el vasito con orina mientras me alcanzaba un gotero.

“Poné cinco gotitas acá”, me ordenó, mientras me señalaba un test de embarazo. Procedí a testear mi propia orina, en un pasillo abierto, con otras dos mujeres mirando, apoyadas en las paredes.

Antes de determinar mi estado de embarazo, vi una película de 25 minutos sobre las consecuencias del aborto. El narrador (un hombre) describió posibles efectos adversos, incluyendo cómo el daño colateral de un aborto puede llevar a que mis intestinos fueran succionados a través de mi vagina, y de cómo “la mayoría de las mujeres” que sufren “complicaciones de la sangre” “mueren”. Entre las insinuaciones redundantes sobre la muerte y el desmembramiento animado de un feto a término no hubo ninguna mención del hecho de que los abortos son un procedimiento médico común y seguro que rara vez produce complicaciones serias.

Luego de que terminara el video y la mujer me dijera que no estaba embarazada, me preguntó cómo me había hecho sentir el video; mintiendo descaradamente le dije que me parecía que el aborto no es seguro.

“Sí. Es muy difícil porque esta cosita dentro tuyo está viva, y ¿quién sos para decidir quién vive y quién muere?”, dijo, estirando la mano para agarrar una caja de terciopelo. La abrió y comenzó a leer de una tarjeta que había dentro.

“Éste es un feto a las siete semanas. Y éste es un feto a las diez semanas. Y pueden sentir dolor”, recitó, mientras ponía sobre la mesa dos figuras de fetos.

En ese momento una mujer mayor entró en la habitación. Se presentó (fue la única empleada que lo hizo) y se inclinó sobre la mesa frente a mí.

“Voy a hacerte una pregunta muy personal y no quiero que respondas. Sos una mujer joven, linda, inteligente. ¿Por qué te entregás sexualmente?”, preguntó, inclinando la cabeza a un lado.

Hmmm, ¿porque el sexo es divertido? Lo de tratarme de prostituta para avergonzarme fue realmente como el moño encima del paquete. No quería que le respondiera sino que me quedara ahí sentada mientras me sermoneaban por tener sexo antes del matrimonio.

Al salir de la clínica las mujeres me dieron textos pro-vida que me suplicaban cuestionar “la salida fácil”. No sé si fue el calor o mi experiencia en EMC, pero sentía náuseas mientras me subía al tren que iba al centro. No había asientos libres y me quedé parada tomada de un barral, pensando en lo que había presenciado. Eché una mirada hacia arriba y noté un anuncio de Choices Clinic, la primera clínica de abortos de la ciudad que brinda acceso seguro a abortos y también a cuidado ginecológico y prenatal.

“Cuando llegue a casa escribiré un libro sobre este lugar… si alguna vez llego a casa”, dice Alicia mientras recorre sin rumbo el País de las Maravillas. Si bien mi historia no vale una novela, es importante que las jóvenes y mujeres conozcan la verdad sobre este centro de embarazos en crisis. El País de las Maravillas no era nunca lo que parecía, y tampoco lo es Frontline.

4 comentarios:

  1. Gracias por colaborar con nosotros.
    http:\\www.facebook.com/optamos

    ResponderEliminar
  2. Alejandro Paiz Meschler30 de julio de 2013, 14:16

    Pablo, gracias por haberte tomado el trabajo de traducir la nota y compartirla con nosotros.

    ResponderEliminar
  3. jajaja me causo entre gracia y asco lo del baño... y estas "clinicas" tienen el descaro de decir que realizarse un aborto no es seguro, cuando mas mortal puede ser meterte en sus baños? eww, asco asco

    ResponderEliminar
  4. Un baño sucio es lo increible? Por favor jamas se comparara con la inhumanidad de un aborto!!!!

    ResponderEliminar

Dejá tu comentario sobre el tema de este post aquí. Por favor, utilizá un nombre o seudónimo. Si querés opinar o hablar de otro tema, usá el Buzón de sugerencias.