martes, 15 de febrero de 2011

Parecido familiar

No es exactamente una confirmación de la teoría de la evolución (que no necesitamos), pero sí una muestra más del parecido, que sabemos originado en un parentesco ancestral, de los grandes simios con los seres humanos: un gorila que aprendió a pararse y caminar en dos patas, sin que nadie le enseñara y sin dificultad visible.


Así como tenemos muchos gestos e instintos en común con nuestros parientes simios, que emergen a veces en situaciones particulares, ellos también pueden esconder rasgos que creíamos exclusivamente humanos. Nuestros ancestros estaban preadaptados para la locomoción bípeda: tenían una estructura (conservada en sus descendientes no humanos) que les permitía caminar en dos patas aunque de hecho no lo hicieran, porque esta estructura les servía para otros fines (por ejemplo, estirarse para alcanzar frutas a una cierta altura).

No es de extrañar que para los creacionistas, antes de Darwin, los simios resultaran a la vez cómicos y preocupantes. Cómicos porque sus diferencias con los seres humanos los hacen parecer un remedo nuestro; preocupantes porque su obvio parecido sugería que no estábamos tan lejos de ellos como el supuesto pináculo de la Creación debería estar. ¿Acaso Dios no podría habernos creado indudablemente superiores, con un aspecto glorioso, incomparables con los animales? ¿Por qué habría puesto en el mundo a seres tan perturbadoramente similares a sus hijos? Esta preocupación sigue existiendo entre los creacionistas modernos, que temen —quizá— descubrir que ellos también son animales.

1 comentario:

  1. De ahi, fácil aprende a levantar la mano derecha y hace el saludo romano.... XD

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